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Enrique Morente fue un genio. Porque entre Granada y Madrid posó los oídos en los maestros y recreó a partir de sus legados.
Aprendió el oficio de cantar desde abajo y se adentró en los tuétanos con una afinación excelsa. También intención creativa,
depositando su sello en cada tercio, cambiando tonos y escalas hasta enriquecer la armonía.
Genio porque en el 96 publica el último disco verdaderamente revolucionario que se ha elaborado en lo jondo: ‘Omega’.
Anticipa tendencias que hoy parecen modernas, psicodélicas, intelectuales y rockeras junto a Lagartija Nick. Se adentró en un Lorca según Leonard Cohen. Respetó el compás interno con el que fueron escritos los poemas, generó atmósferas propias del ‘downtempo’ y, además, sonó flamenco.